Paisajes de la Celtiberia
2012-02-02
La cultura celtibérica se desarrolló en la Península hace más de dos mil años al abrigo del Moncayo. En este número os invitamos a seguir el rastro dejado por este pueblo mítico.
Nuestra península estuvo habitada por celtas e íberos a partir del S.VIII a.c. Los celtas fueron un pueblo de origen centroeuropeo y habla celta, que ocupó gran parte del centro y norte peninsular. Los íberos eran un conjunto de pueblos que habitaban el este y el sur de la península, con una cultura muy avanzada y una escritura aún por descifrar. Estos pueblos se vieron influidos por pueblos europeos y mediterráneos que llegaron a la península. La Celtiberia tiene como referencia natural y simbólica -a modo de monte sagrado- al Moncayo y se extiende por su reborde montañoso, donde se encajan las cordilleras Ibérica y Central. Los textos greco latinos citan como pueblos celtibéricos a arévacos, lusones, titos y bellos, a los que se añaden los pelendones. La noticia más antigua de la mítica Celtiberia corresponde a Tito Livio en torno al año 218 A.C. Sus habitantes vivían en viviendas de una sola planta, con tres espacios diferenciados, el vestíbulo, la estancia principal donde se comía, dormía y se hacía la vida social y un almacén. El ambiente boscoso de amplias zonas proporcionaba caza abundante: ciervo, jabalí, liebre, conejo, oso y lobo. A su vez, se aprovechaban los ricos pastos idóneos para la cría de ovejas y cabras, como principal fuente de riqueza.
Con su lana se realizaban las prendas de vestir, entre las que destaca el “sagum”, para defenderse de los rigores climáticos, que fue muy apreciado por los romanos. También, eran abundantes los asnos, mulos y caballos. Estos últimos tenían fama de rápidos, lo que llevó a los romanos a su utilización en detrimento de los itálicos. El patrimonio arqueológico identifica estos territorios Otra fuente o recurso destacado por los autores clásicos está en relación con la riqueza férrica y argentífera del Moncayo, ya que Posidonio, Marcial y Justino alaban la calidad de los aceros templados en las aguas de los ríos celtibéricos. Sus especiales características llevaron al ejército romano a adoptar la espada peninsular, el “gladius hispaniensis”. Resistencia ante Roma Los celtíberos gozaron de un gran esplendor en su época, por su heroica resistencia a la conquista del Imperio Romano y su pericia en la fabricación de espadas. Alguna de sus ciudades llegó a acuñar moneda, incluso llegaron a cambiar el calendario romano. La conquista de la Celtiberia por Roma tuvo lugar a lo largo del siglo II a.C., a partir del año 200. Emisarios de las dos provincias de Hispania se trasladaron a Roma, en el 171, para protestar por abusos de los administradores romanos y exponer su circunstancia, pero Roma hizo poco caso. Todo ello llevó a una situación insostenible, que ocasionó un gran levantamiento de lusitanos y celtíberos, independientemente, en el 154 a.C. Numancia encabezó la resistencia celtibérica, prolongándose a lo largo de 20 años como protagonista exclusiva de la resistencia indígena, hasta su destrucción en el año 133 a.C. por el cónsul Escipión Emiliano. A esta fase de la guerra, los historiadores romanos la denominaron Bellum Numantinum. Ahora, el proyecto Territorio IBERKELTIA pone en valor el pasado celtibérico de la zona apostando por su interés como destino turístico. La naturaleza indómita del Moncayo, la importancia de sus yacimientos arqueológicos y su historia milenaria son alicientes más que suficientes para recorrer las huellas de los celtíberos. Fotografía: Representación de usos y costumbres celtíberas © Educaline / Asociación Tierra Quemada. Para ver el contenido de la revista en PDF visite Destino Rural Nº 7
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