Territorio Poeda bebe la vida de la riqueza agrícola del Páramo y de dos poderosos ríos, el Órbigo y el Esla, de los que recoge su fuerza que canaliza a través de las lindes de sus cauces y del aire que respiran sus gentes, tenaces y luchadoras como
Los campos de Poeda se esparcen en tierra milenaria, pisada sobre historia y reliquias. A la vera de los ríos Órbigo y Esla, se asentaron hombres del Paleolítico en Ardón, del Calcolítico en Villarrabines y de la Edad del Hierro en Algadefe, Villaornate o San Martín de Torres. Quizá resulte en la actualidad una locura pensarlo, pero esta tierra del Páramo, hoy de regadíos, fue antaño un inmenso erial con el que sus pobladores mantuvieron una continua pugna por obtener algún rendimiento que les permitiera sobrevivir. Una lucha que se remonta al confín de los tiempos y del que se conservan algunas estructuras, como la medieval Presa Cerrajera. Gentes de ribera No menor esfuerzo tuvieron que realizar las gentes de las riberas, a merced de las crecidas y los caprichos de las aguas. De ahí la riqueza de Poeda, al aunar dos mundos extremos en continua lucha ancestral por la supervivencia. Hoy día ya no es así. El regadío y el progreso han convertido aquellas tierras otrora secas o salvajes en terrenos altamente productivos que genera alimentos muy estimados en gastronomía como el pimiento de Fresno y la alubia de La Bañeza-León, sin olvidar la célebre cecina y otros embutidos típicos leoneses. Asimismo se produce un excelente vino de la variedad de uva prieto picudo, que envejece en llamativas bodegas tan típicas de la región como los palomares. Como todo lo bien hecho, Poeda presume de maduración lenta. ¿Te atreves, viajero, a conocerla?
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