De la vid a la mesa vallisoletana
2011-11-22
Si algo caracteriza a la provincia de Valladolid es el gran contraste que existe entre el este y el oeste.
Los Montes Torozos, Tierra de Campos e imponentes castillos caracterizan a la zona oeste, tierra de cereal y donde el pan es casi más una tradición que un alimento tradicional. Si miramos en dirección opuesta, también encontramos grandes campos y señoriales castillos. Entonces, ¿qué diferencia existe en la parte más oriental de la provincia? El Duero y la denominación de origen de los vinos que se cultivan en sus riberas. El enoturismo, como se conoce al turismo relacionado con el vino y la uva, comienza en Valladolid en Quintanilla de Onésimo, población en la que se inicia la conocida Denominación de Origen Ribera de Duero. Aquí, y con un paisaje espectacular al estar junto al río, se encuentra la posada Fuente de la Aceña. Molino harinero hace más de 300 años, su rehabilitación lo ha convertido en un lugar acogedor con 22 habitaciones dobles que dan al río y un restaurante que ofrece lo mejor de la cocina más innovadora. La D. O. Ribera de Duero, que posee cuatro tipos de vino (Ribera de Duero, Rueda, Toro y Tierras de León), debe su nombre, sin embargo, al producto de la primera bodega de la zona: Protos
. Nacida en 1927 de la iniciativa de 11 viticultores, en 1929 logran dos premios en la exposición universal de Barcelona, lo que les impulsa hacia la fama.
Ubicados en Peñafiel, sede también del museo del vino, en pleno corazón de la Ribera de Duero, en la actualidad posee tres marcas: Protos, Ribera de Duero y Peñafiel, con las variedades de Rueda (uva verdeja), cuya bodega está en la ciudad vallisoletana de La Seca, y la propia Ribera de Duero. No se debe desperdiciar la posibilidad de realizar un recorrido por sus bodegas, en realidad un recorrido histórico en la forma de hacer vino. Y es que las bodegas Protos utilizan tanto el terreno bajo el castillo de Peñafiel, donde ya existían galerías naturales, como unas nuevas bodegas diseñadas por Richard Rogers, arquitecto autor de la T4 de Barajas, en las que se han añadido hasta 50.000 barricas. Está realizado en hormigón, cristal y madera, y posee una sala social habilitada para realizar catas profesionales. Evidentemente, no sólo Protos posee bodegas. Otra de las más representativas, las bodegas Arzuaga, también pueden verse durante el recorrido junto al Duero entre los numerosos cultivos de vid que copan uno y otro lado del río, y donde la vendimia sigue haciéndose a mano en la medida de lo posible. Pero la evolución de las bodegas más antiguas de la zona no pasa sólo por una actualización de las instalaciones o por la renovación de los productos, sino también por el turismo. Su implicación está muy relacionada con el castillo y el museo del vino que acoge, donde además de poder conocer la evolución en la recogida y elaboración de esta bebida, se puede conocer la historia de la fortificación y realizar catas de algunos de los vinos producidos en la zona. Un turismo activo que genera unos 100.000 visitantes al año que, a su vez, nutren la mayor parte del presupuesto del museo. La actual fortaleza data del siglo XV, cuando el señorío de Peñafiel pasa a manos de Don Pedro Girón, si bien anteriormente la villa ya había sido fortificada. Concretamente, fue Sancho Gracia, Conde de Castilla en 1013, quien levanta el primer castillo y amuralla Peñafiel tras arrebatársela a los musulmanes. El castillo, de estilo ojival germánico, posee una planta estrecha y alargada de 210 metros de largo por 20 de ancho. Declarado Monumento Nacional en 1917, desde 1999 acoge el Museo Provincial del Vino. No todo son bodegas y viñedos. De este ecoturismo también se benefician otras variantes, como la que se puede encontrar en el Spa Lavida de Aldeayuso, un hotel rural acogido precisamente a este ecoturismo e integrado en el Movimiento SLOW.
Con 17 habitaciones dobles construidas y diseñadas bajo las técnicas del Feng-Shui, todas con luz natural en el baño y un promedio de 35 metros cuadrados, el hotel cuenta además con restaurante de cuatro tenedores para 48 personas decorado con citas y refranes que hacen alusión al vino, y varias salas comunes, entre las que destaca un antiguo lagar del siglo XVIII donde se pueden realizar catas de vino. En lo que respecta al spa, Lavida posee 17 tratamientos diferentes con todos los elementos de la uva, desde una envoltura con polifenoles liofilizados (los polifenoles del vino son 10.000 veces más exfoliantes que la vitamina E) hasta baños de vino, de té, de rosa de Bulgaria o la ducha vichy. Además, y para mantener aún más su relación con el entorno y la comunidad, la zona hidráulica del spa, primer paso del tratamiento, está decorada con colores típicos de Castilla. Los precios de las habitaciones varían entre los 68 y los 135 €, desayuno no incluido, y el de los tratamientos entre 50 y 80 €.
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